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Gestión de riesgos y crisis

 

Gestión de riesgos y crisis

Publicado: 19 de marzo de 2020, por Jose Esteban Lauzán

En momentos de crisis podemos percibir cierta falta de preparación o de conocimiento, pero hay todo un campo de investigación y práctica sobre este tema: la gestión de riesgos y crisis. Hay grandes profesionales – en el sector público y en el privado – que investigan, asesoran a las autoridades y lideran actividades clave.

La gestión de riesgos y crisis comprende cuatro fases. Las dos primeras acontecen antes de que el evento adverso (erupción, accidente nuclear, brote de enfermedad, etc.) suceda: la prevención-mitigación y la preparación. Las dos últimas fases suceden después de que el evento tenga lugar: la Respuesta y la Recuperación, como explica este libro. Si se desatienden las dos primeras fases (prevención y preparación), las dos últimas (respuesta y recuperación) son mucho más difíciles, costosas e ineficaces.

Desafortunadamente, por las presiones del día a día tendemos a no preocuparnos de los problemas hasta que suceden, aunque hay organizaciones (como los ejércitos y fuerzas de seguridad de los Estados) que son más conscientes del ciclo del riesgo al operar a más largo plazo.

 

Riesgos, incertidumbre y toma de decisiones

Los especialistas en riesgos no se fijan sólo en la probabilidad de que suceda un evento adverso. Si hicieran eso, nunca nos prepararíamos para un accidente nuclear provocado por un tsunami, ya que la probabilidad es ínfima. Pero un evento como el de Fukushima en 2011 nos demuestra que los eventos de probabilidad ínfima también ocurren. Los especialistas conceden igual importancia al impacto del evento, y definen la exposición al riesgo como el producto de la probabilidad y el impacto. En lenguaje sencillo: algo muy improbable pero potencialmente catastrófico es algo de lo que hay que ocuparse.

También es importante entender que rara vez nos enfrentamos a riesgos aislados. Casi todos los escenarios son multirriesgo. Por ejemplo, un incendio forestal grave cambia completamente la fisonomía de un monte, y eso hace que en la siguiente época de lluvias sea más probable que haya inundaciones o corrimientos de tierra, al no haber vegetación que ayude a absorber el agua o retener el suelo.

Por último, la respuesta a eventos suele suceder en entornos de incertidumbre y falta de información. Por este motivo, los expertos en riesgos prefieren tomar decisiones que pueden parecer drásticas antes que esperar a tener todos los datos y arriesgarse a que sea demasiado tarde. Por ejemplo, en el caso de un brote de enfermedad que pueda afectar a toda la población, es preferible tomar medidas tajantes (reducción de movilidad, cierres y cuarentenas temporales) aunque puedan parecer exageradas, que arriesgarse a la propagación exponencial de la enfermedad.

Cisnes negros y detección temprana

Muchos eventos adversos y críticos son impredecibles. A menudo los denominamos “cisnes negros” tras el célebre libro de Nassim Taleb. Hoy en día, a pesar de los avances científicos y técnicos, no es posible predecir muchos eventos adversos. En general, no se puede predecir con exactitud cuándo y dónde sucederán un terremoto, un tsunami o un brote de enfermedad. Por eso, la ciencia y la tecnología se centra en la detección temprana (early warning), para detectar que ha ocurrido algo cuando casi es imperceptible. La detección temprana va acompañada de herramientas para modelar o predecir cómo se extenderá el evento detectado, estimar cuál será su impacto, etc. Por ejemplo, entre 2007 y 2010 un consorcio internacional liderado por Atos desarrolló un sistema muy avanzado para la detección temprana de tsunamis.

 

Tecnología y cultura

 

En un mundo en que la tecnología es parte integral de todo cuanto hacemos, sin tecnología no se puede responder adecuadamente a una crisis. Pero la tecnología por sí sola no será suficiente si las organizaciones no están preparadas culturalmente.

En una situación de crisis, las organizaciones han de ser capaces de responder con rapidez y flexibilidad:

  • actualizando sus prioridades,
  • modificando las asignaciones de recursos,
  • tomando decisiones rápidamente incluso con información incompleta,
  • comunicando con fluidez todos los cambios a las personas,
  • sabiendo hacer cumplir medidas ineludibles mientras mantienen la flexibilidad para escuchar y habilitar propuestas valiosas de empleados o ciudadanos, etc.

Si existe esa agilidad cultural, la tecnología permite actuar con potencia y rapidez:

  • estableciendo redes de colaboración ad hoc, tanto en redes sociales públicas como en redes sociales o herramientas de colaboración corporativas (Unify Circuit, Microsoft Teams, Trello);
  • desplegando herramientas de puesto de trabajo digital (digital workplace) para habilitar el trabajo o la enseñanza remotos – tanto soluciones punteras como soluciones básicas para entornos difíciles;
  • fabricando piezas complejas o repuestos de forma personalizada, colaborativa y cerca del lugar de uso (evitando problemas logísticos) mediante la impresión 3D;
  • utilizando gemelos digitales (digital twins) para simular el efecto de cambios en procesos, servicios, productos o piezas de maquinaria. Así es posible adaptarlos con urgencia a nuevas necesidades, o evaluar su respuesta ante condiciones imprevistas;
  • con soluciones de realidad virtual o realidad aumentada que permitan estar virtualmente en un escenario sin estar físicamente en él (por lejanía o peligro), que permitan a equipos distantes vivir la misma experiencia virtualmente, o que permitan a un experto colaborar en remoto con una persona no experta que está en el lugar en el que hay que actuar;
  • utilizando algoritmos que estimen el impacto de un evento y su evolución más probable, que ayuden a desplegar recursos de la manera más eficiente, que analicen automáticamente vídeos (para detectar flujos de personas o comportamientos anómalos, por ejemplo);
  • con súper-ordenadores y simuladores de computación cuántica para acelerar cálculos clave: para el diseño de vacunas, analizar el efecto de interacciones entre medicamentos o simular la propagación de un maremoto en el océano en tiempo real;
  • la computación Edge para llevar la inteligencia y la potencia de cálculo cerca de los datos, evitado retardos innecesarios
  • la ciberseguridad, para securizar el acceso a información y activos críticos, para evitar la propagación de bulos y desinformación, para garantizar la confidencialidad de las comunicaciones, para prevenir o responder a las actividades fraudulentas que desgraciadamente repuntan en las crisis;
  • aprovechando la combinación de analítica y algoritmos avanzados con la información geoespacial (cartografía) para dar sentido a la información que tiene un fuerte componente geográfico;
  • desplegando aplicaciones móviles sencillas y efectivas que permitan a las personas tener información actualizada en todo momento, saber si alguien de su círculo cercano se ve afectado por un evento, estar localizables por si su conocimiento hace falta en un momento dado, etc.

 

Aprender de la experiencia

Las crisis suelen revelar que no hemos hecho todo lo que debíamos hacer en tiempos de calma, antes de que un evento inesperado alterase nuestras vidas. La dedicación de recursos a la prevención, mitigación y preparación suele ser sensiblemente menor de lo que sería adecuado.

Con el nivel de desarrollo científico y tecnológico que hemos alcanzado, podemos mejorar notablemente nuestra respuesta a las crisis si resolvemos dos retos: gestionar el ciclo completo del riesgo, después y antes de que sucedan los eventos adversos, y preparar a nuestras organizaciones culturalmente para ser resilientes y garantizar la continuidad de la actividad. Todo ello sabiendo que la tecnología estará a nuestra disposición.

José Esteban Lauzan

Head of Innovation at Atos Iberia, Editor-in-Chief of Journey 2020, founding member of the Atos Scientific Community and Atos Distinguished Expert.